Extracto de ¿Proelección o Provida? Análisis de 15 argumentos proelección ¿Qué nos dicen los hechos y el sentido común?
Dos especialistas en ética escribieron un artículo para la revista médica Journal of Medical Ethics argumentando que a los médicos se les debería permitir abortar bebés recién nacidos porque «no son personas». Escribieron que cuando «se dan circunstancias, después del nacimiento, que habrían justificado el aborto, debería permitirse el denominado aborto posparto». Los autores admitieron que «tanto un feto como un recién nacido ciertamente son seres humanos y personas en potencia», pero argumentaron que «ninguno de los dos es una “persona” ya que no son “sujetos del derecho moral a la vida”».
La mayoría de las personas normalmente se horrorizan ante la idea de matar a bebés recién nacidos, y el artículo publicado en la revista Journal of Medical Ethics provocó una feroz reacción pública. Pero lo que muchas personas no notaron es que el argumento de los autores es precisamente el mismo argumento utilizado por los defensores del aborto para justificar el aborto de bebés antes de nacer. De hecho, se utilizaron argumentos muy similares para justificar males terribles como la esclavitud y el holocausto, así como la subyugación de las mujeres y el trato deshumanizante a los discapacitados y a los enfermos mentales. Sus derechos fueron violados porque a veces se decía, y a menudo se creía, que los negros, los judíos, las mujeres y los discapacitados mentales o físicos «no son personas, al menos no de manera plena».
El argumento es el siguiente: si bien el niño por nacer (o esclavo o judío) es de hecho un ser humano vivo (la ciencia muestra claramente que ese es el caso), no es una «persona» y, por lo tanto, no tiene derecho a la vida.
Pero ¿qué tal si la condición de persona no es algo otorgado a los seres humanos por los profesores y especialistas en ética de la Ivy League que prefieren librar a la sociedad de los «indeseables» dado que son una carga para el resto de nosotros? ¿Qué tal si la condición de persona tiene un valor inherente que proviene simplemente del hecho de ser miembro de la raza humana? Esto es lo que los provida, y la mayoría de los especialistas en ética, han creído hasta hace poco.
Lo que hace que alguien sea una persona
La decimocuarta enmienda de la Constitución de los Estados Unidos dice que el estado no privará de la vida a ninguna persona sin el debido proceso legal. Cuando esto se escribió, la palabra humano significaba lo mismo que persona. Estas palabras eran intercambiables.
Pero en Roe vs. Wade, el caso en el que la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó la legalización del aborto, la Corte se enfrentó a un dilema: «Si se reconoce la supuesta condición de persona [de los no nacidos]», admitieron, «el caso [proaborto] del apelante ciertamente se derrumbaría, ya que el derecho del feto a la vida estaría garantizado específicamente por la [decimocuarta] enmienda».
Para resolver este problema, los jueces optaron por abandonar el significado histórico de «persona» y, en cambio, sugirieron que ser «persona» no es lo mismo que ser «humano». La condición de «persona» se convirtió en algo que un ser humano desarrolla en algún punto, sobre la base de un determinado conjunto de criterios. En el caso de la Corte Suprema, argumentaron que un feto humano desarrolla la condición de «persona» en el momento de su «viabilidad», es decir, el momento en que un bebé puede vivir fuera del cuerpo de su madre.
En los años subsiguientes, los defensores de la libertad de elección han confeccionado una larga lista de distinciones subjetivas y artificiales basadas en una amplia variedad de criterios para diferenciar a los humanos de las personas. Se han visto obligados a hacer esto porque el hecho científico de que la vida comienza en la concepción deja al movimiento proelección acorralado. El desarrollo del ultrasonido avanzado y la embriología moderna ha hecho que sea muy difícil para los defensores del aborto negar que el feto es humano sin parecer anticientíficos. Por lo tanto, la estrategia más reciente es decir: «Está bien, es una vida humana, pero no es realmente una persona».
Sin embargo, cambiar el significado de las palabras no cambia la realidad. El concepto moderno de «persona», redefinido específicamente para justificar el aborto, es irremediablemente subjetivo y prácticamente inútil como guía ética. Las únicas preguntas objetivas que podemos hacernos son estas:
- ¿Es humano?; es decir, ¿proviene de los seres humanos?
- ¿Es un individuo genéticamente único?
- ¿Está vivo y se desarrolla?
Si las respuestas son sí, entonces el feto es, de hecho, una persona viva, que posee derechos y merece protección legal. Los diccionarios todavía definen a la persona como un «ser humano», un «individuo humano» o un «miembro de la raza humana». Lo que hace que un perro sea un perro es que proviene de los perros. Su padre era un perro y su madre también, por lo tanto, él es un perro. Lo que hace que un humano sea un humano es que proviene de los humanos. Su padre era humano y su madre humana, por lo que no puede ser otra cosa más que un humano.
La viabilidad: una medida arbitraria que define la condición de persona
En Roe vs. Wade, la Corte Suprema definió la viabilidad —y, por ende, la condición de persona— como el momento en el cual el no nacido es «potencialmente capaz de vivir fuera del útero de la madre, aunque sea con ayuda artificial». Lo que define cuándo se llega a este punto es el desarrollo de los pulmones del niño.
Pero ¿por qué hacer que la condición de persona dependa de la viabilidad? ¿Por qué no decir que se convierte en humano en la cuarta semana porque es cuando su corazón late o en la sexta semana porque es cuando tiene ondas cerebrales? (Ambas también son arbitrarias, sin embargo, ambas evitarían la gran mayoría de los abortos quirúrgicos que se realizan actualmente).
¿No podría alguien también argumentar que la condición de persona comienza cuando el niño por nacer se chupa el pulgar por primera vez o responde a la luz y al ruido? ¿O por qué no decir que comienza cuando el niño da su primer paso, cuando está aprendiendo a ir al baño o cuando es completamente capaz de cuidarse a sí mismo para que ya no sea una carga para sus padres?
Una vez que decidimos que algunos seres humanos no poseen el derecho a la vida debido a un conjunto de criterios subjetivos, no hay forma de detener las injusticias que podemos racionalizar contra quienes más necesitan nuestra protección.
Además, la viabilidad no solo depende del niño, sino también de la capacidad de nuestra tecnología para salvarle la vida. ¿Qué pasará cuando seamos capaces de salvar vidas a las quince semanas o menos? ¿Esos niños de repente se volverán humanos y dignos de vivir? ¿Realmente creemos que hace dos décadas los niños a las veintiún semanas de desarrollo prenatal no eran personas, pero que aquellos nacidos en la misma etapa de desarrollo ahora son personas simplemente por el hecho de que la tecnología ha evolucionado?
¿Los profesores de filosofía saben algo que el resto de nosotros no sabemos?
Hace años, Peter Singer, profesor de filosofía de Princeton, escribió en su libro de texto sobre ética: «La vida de un feto no tiene mayor valor que la vida de un animal no humano con un nivel similar de racionalidad, autopercepción, conciencia, capacidad de sentir, etc.».
En ese momento, Singer ofreció a los defensores del derecho al aborto un enfático apoyo intelectual y académico de su postura. También afirmó: «Dado que ningún feto es una persona, ningún feto tiene el mismo derecho a la vida que una persona». Además, argumentó que aquellos que alguna vez fueron personas pueden perder su condición de persona debido al daño cerebral o la demencia.
Singer dijo: «Si comparamos a un bebé humano gravemente defectuoso con un animal no humano, como un perro o un cerdo, por ejemplo, a menudo encontraremos que el no humano tiene capacidades superiores, tanto reales como potenciales, para la racionalidad, la autopercepción, la comunicación y cualquier otra cosa que pueda considerarse moralmente significativa».
Singer también sugiere que el valor humano individual se basa solo en su utilidad para los demás: «Cuando la muerte de un bebé discapacitado conduce al nacimiento de otro bebé con mejores perspectivas de una vida feliz, la cantidad total de felicidad será mayor si el bebé discapacitado es asesinado. La pérdida de una vida feliz respecto del primer bebé es superada por la ganancia de una vida más feliz en el caso del segundo. Por lo tanto, si matar al bebé hemofílico no tiene ningún efecto adverso en los demás, sería correcto matarlo, según el panorama general».
Cuando Singer vino a enseñar a Princeton, hubo una protesta contra él por parte de Not Dead Yet (No Muerto Aún), un grupo de personas en defensa de los derechos de los discapacitados. Se ofendieron por los libros de Singer, que dicen que debería ser legal matar a bebés discapacitados, así como a niños y a adultos con discapacidades cognitivas graves.
El doctor Charles Hartshorne de la Universidad de Texas, en Austin, se hace eco de la ética de Singer: «Por supuesto, un infante no es completamente humano; no estoy de acuerdo con la idea de que el infanticidio sea solo otra forma de asesinato. Las personas que ya son funcionalmente personas en el sentido pleno tienen derechos más importantes incluso que los infantes».
Casi el 72 % de los niños asesinados por sus propios padres tienen seis años o menos. Y un tercio de las víctimas son menores de un año de edad. Si es perfectamente legal y aceptable matar a un niño hasta el nacimiento por razones que incluyen preferencias personales y bienestar financiero, ¿por qué no deberíamos esperar que algunos padres maten a sus hijos una vez que nazcan y se vuelvan menos convenientes y más caros? Si está perfectamente bien matar a un niño meses antes, ¿por qué no estaría bien matarlo luego?
Nos estremecemos ante las historias de padres jóvenes que descartan a sus bebés recién nacidos en los botes de basura. Sin embargo, se comportan según la lógica de que, así como la sociedad les otorgó el derecho de deshacerse de sus hijos antes de nacer, también tienen derecho a deshacerse de sus hijos inconvenientes y no deseados después de nacer. Una vez que la mentalidad de abuso infantil se apodera de una sociedad, no se limita a abusar de un solo grupo de niños. Si los niños no nacidos no están seguros, tampoco los están los niños nacidos.
Peter Singer dice: «Sin embargo, sigue existiendo el problema de la falta de un límite claro entre el recién nacido, que claramente no es una persona en el sentido éticamente relevante, y el niño pequeño que lo es. En nuestro libro Should the baby live? (¿Debería vivir el recién nacido?), mi colega Helga Kuhse y yo sugerimos que se podría permitir un período de veintiocho días después del nacimiento antes de que se acepte que un bebé tiene el mismo derecho a la vida que los demás».
Piensen en las alarmantes implicaciones de este punto de vista. Singer y Kuhse, citados de manera positiva por muchos defensores de la libre elección, en realidad propusieron que los niños no deberían ser declarados personas hasta algún tiempo después de su nacimiento. De esta manera, si los padres decidieran deshacerse de ellos, no tendrían que enfrentar consecuencias legales.
Nos guste o no, este es el resultado natural del pensamiento proelección. Si es aceptable matar a un niño cinco meses antes del nacimiento, es aceptable matarlo cinco minutos antes del nacimiento, cinco minutos después del nacimiento o cinco meses después del nacimiento.
¿Es realmente este el mundo en el que quieren que sus hijos y sus nietos vivan y mueran?
Si a las personas inteligentes y poderosas se les da el derecho de declarar que ciertas personas con discapacidades mentales y físicas no son personas en absoluto y, por lo tanto, tienen menos derechos o ningún derecho, ¿hacia dónde nos conduce esta lógica? Si los que no pueden pensar no merecen vivir, ¿qué pasa con los que piensan incorrectamente, es decir, los que no están de acuerdo con las personas en el poder? Consideren cómo los estados totalitarios (donde los disidentes son sistemáticamente encarcelados, torturados y ejecutados) aplican esta lógica.
Es la humanidad, no la capacidad, lo que determina la condición de persona
Los defensores de la libre elección señalan que un niño abortado en el primer trimestre puede medir entre tres a cinco centímetros y pesar entre veintiocho a cincuenta y seis gramos. Pero ¿es el tamaño un criterio legítimo para considerar a alguien «persona»? ¿Es un jugador de baloncesto profesional más persona que alguien de la mitad de su tamaño? Si un hombre de noventa kilos pierde veinte kilos, ¿pierde casi una cuarta parte de su condición de
«persona»? Las balanzas y las reglas no pueden determinar la naturaleza o el valor humano. Intuitivamente, todos entendemos la verdad expresada con tanta simpleza por el doctor Seuss en Horton y el mundo de los Quién: «Porque, después de todo, una persona es una persona, no importa lo pequeña que sea».
Joseph Fletcher, mientras era profesor en la Universidad de Virginia, argumentó que un «individuo» no es una «persona» a menos que tenga un coeficiente intelectual de al menos 40, sea consciente de sí mismo y tenga autocontrol, además de un sentido del tiempo (pasado, presente y futuro) y la capacidad de relacionarse con los demás.
Pero si la condición de persona está determinada por las capacidades actuales del individuo, entonces un niño o un adulto con una discapacidad mental no es una persona. Según el mismo estándar, alguien que está inconsciente, enfermo o incluso dormido podría ser asesinado porque no puede demostrar que tiene un intelecto y capacidades superiores.
«Pero denle tiempo a esa persona y podrá funcionar como persona». Denle tiempo a un bebé y también lo hará.
La doctora Maureen L. Condic escribe:
A menos que estemos dispuestos a establecer la condición de «persona» de manera proporcional a la capacidad (los niños pequeños, por ejemplo, pueden ser solo un 20 % humanos, mientras que las personas con miopía los son en un 95 %), las capacidades limitadas de los humanos por nacer son irrelevantes respecto de su condición de seres humanos.
La edad, el tamaño, el coeficiente intelectual, la ubicación o la etapa de desarrollo son simplemente diferencias de grado, no de condición. Nuestra condición es humana. Somos personas, seres humanos. Poseemos diferentes grados de capacidad según las distintas etapas de desarrollo. Incluso en la madurez, nuestras capacidades y niveles de coeficiente intelectual varían. Pero ninguno de estos criterios hace que algunas personas sean más humanas que otras, ¿verdad?
Jonathan Leeman y Matthew Arbo les piden a los lectores que consideren las demás implicancias de definir la condición de persona según su capacidad:
Todo lo que se requiere para ser una persona es ser un miembro de la especie. Un ser humano claramente es una persona de manera irrevocable e incondicional. Por lo tanto, no importa en absoluto si alguien es discapacitado, está inconsciente o es «viable».
Consideren la otra cara de la moneda. Si la pertenencia a la especie no es la norma, entonces recae en quien tenga más poder el establecer criterios según los cuales las personas sean consideradas «personas» o no. Si son dueños de todas las armas, de todos los clubes, de toda la tierra o de una mayoría en la Corte Suprema, pueden establecer los parámetros para determinar quién es una persona y quién no. Suena aterrador ¿no es así?
La concepción: el único punto de origen objetivo de la persona
Solo hay un punto de origen objetivo para cualquier ser humano, solo un punto en el que si bien no había una persona hace un momento, ahora la hay. Ese punto es la concepción. La ciencia demuestra claramente que la concepción es el único momento en que comienza a existir un ser humano nuevo y absolutamente singular: una persona.
Photo from Pexels