Extracto de La Resolución para Hombres
Toda generación encuentra males que necesitan ser confrontados y encarados. Y cada generación necesita que hombres fuertes se alcen con valor en contra de ellos.
Esta generación, por el bien de las futuras, te necesita a ti.
Nuestra cultura, aun muchos cristianos de nuestra cultura, poco a poco se están entumeciendo ante los males que tuercen y confunden nuestros límites morales. El hombre cada vez tolera más y más lo que Dios ha dicho en Su Palabra que debemos odiar y despreciar. Además de no guardar nuestro corazón de la inmundicia y la contaminación moral, muchas veces nos entretenemos con las mismas cosas que deberíamos considerar malvadas y vergonzosas. En vez de condolernos por las graves enfermedades de nuestra sociedad, nos hemos sumergido en un coma inducido por los deportes y los medios, completamente ajenos a los problemas y las cuestiones reales que podrían captar nuestra atención. En lugar de dedicarnos a tareas que transformen la sociedad por generaciones, hemos atestado de tal manera nuestras agendas con trabajo y entretenimiento que no tenemos tiempo para nada más sustancioso ni eterno. El estadounidense promedio mira cinco horas diarias de programas por televisión o por Internet. Eso equivale a mirar 24 horas sin pausa durante 2 meses cada año. Este tiempo por lo general no crea interacciones en la familia.
¿Cómo esperamos odiar el mal si de manera rutinaria le damos la bienvenida en nuestro hogar a través de la televisión y la pantalla de la computadora? ¿Cómo podemos producir un impacto de Cristo en nuestra comunidad si no nos tomamos el tiempo para ocuparnos de ella? ¿Cómo podríamos esperar influir en la cultura si no tenemos tiempo para enterarnos ni contactarnos con aquellos que sufren bajo sus peores injusticias?
La Escritura señala tres requisitos que cualquier hombre de resolución debe tomar muy seriamente:
¡Ya se te ha declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor: Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios. (Miqueas 6:8, nvi)
«Practicar la justicia»: actuar justa y honestamente con los demás, confrontar el mal tanto en nosotros como en nuestra sociedad e intervenir a favor de los débiles, los vulnerables, los maltratados y los oprimidos.
«Amar la misericordia»: discernir las necesidades físicas y espirituales de los demás, y representar las manos y el corazón de Cristo extendidos hacia las personas que necesitan en forma desesperada ayuda, compasión y liberación del mal y la injusticia.
«Humillarte ante tu Dios»: llevar una vida circunspecta y desinteresada ante Dios, devotos a Él y a Su Palabra, poniendo en práctica nuestra fe y nuestro amor para honrar al Señor y Su señorío de manera activa y constante.
Justicia. Misericordia. Humildad.
La diaria lucha contra el mal.
Cada vez que el hombre decide amar verdaderamente a Dios y a su prójimo, significa salir de su zona de comodidad a un lugar donde tiene que ensuciarse las manos al confrontar el mal y traer justicia mientras ofrece misericordia. Por estas cosas murió Jesús y bien vale la pena jugarse por ellas. Son causas arraigadas en el amor y merecen el sacrificio humano de dinero, conveniencia, popularidad, anonimato e incluso los supuestos derechos personales. Además, hay pruebas de carácter que definen la clase de huella que los hombres dejarán en esta generación: las batallas que sus hijos los verán enfrentar por la causa de Cristo y que luego enfrentarán ellos mismos al encarar sus propios desafíos generacionales con las mismas convicciones profundas.
¿Serás esa clase de padre?
Los hombres resueltos a ser valientes no rehúyen la lucha. Saben que han sido creados para pelear por lo correcto y están dispuestos a aferrarse a la verdad y así enfrentar la batalla. Aunque sea difícil.
Y a veces, muy difícil.