Extracto de El Principio de la Pureza por Randy Alcorn, capítulo 4 (Excerpt from The Purity Principle, chapter 4)
Las imágenes sexuales incitan a mi mente a la lujuria. El mundo, la carne y el diablo me bombardean con mensajes: Me voy a sentir como un hombre, o una mujer; me va a aliviar mi dolor, mi desilusión, mi tensión. Voy a ser más feliz si me rindo.
La Palabra de Dios me muestra que todo esto es mentira. Me dice que la verdadera felicidad solo se puede hallar en Cristo.
Sigo teniendo que decidir: confiar en Satanás, o confiar en Dios.
Tengo que escoger entre las fantasías sexuales, y la intimidad con Dios. No puedo tener ambas cosas. Cuando vea que Dios me ofrece gozos y placeres que no me ofrecen las fantasías sexuales, eso es un adelanto. Pero ese adelanto solo llegará cuando busque a Dios, haciéndolo el objetivo de mi búsqueda, y cuando me dé cuenta de que las fantasías solo son un sustituto barato de Dios. Correr hacia ellas es huir de Dios.
Cuando Cristo satisface mi sed de gozo, el pecado pierde su atractivo. Me niego a aceptar los placeres pasajeros de la inmoralidad, no porque no quiera placer, sino porque quiero el placer verdadero; un placer mayor y perdurable que solo se puede hallar en Cristo.
John Piper dice:
El fuego de los placeres lujuriosos hay que combatirlo con el fuego de los placeres de Dios. Si tratamos de combatir el fuego de la lujuria basándose solo en prohibiciones y amenazas —incluso las terribles advertencias de Jesús—, vamos a fracasar. Debemos combatirlo con una gigantesca promesa de una felicidad superior. Debemos hacer que desaparezca la pequeña llama del placer de la lujuria en la conflagración de una satisfacción santa.
Los que beben inmoralidad nunca se sienten satisfechos (Juan 4:13). Los que beben a Jesús quedan plenamente saciados (Juan 6:35). Puedo escoger entre dejar que Jesús sacie mi sed, y lanzarme más profundamente al pecado en búsqueda de lo que no hay en él.
El resto de su vida va a estar determinado en gran parte por la forma en que usted responda esta pregunta:
¿A quién va a creer?
Superior Satisfaction
A sexual image lures my mind toward lust. The world, the flesh, and the devil barrage me with messages: I will feel like a man; it will relieve my pain, disappointment, stress; I’ll be happier. “God’s just trying to keep something good from you,” demons whisper.
God’s Word shows the lie for what it is. It tells me that real happiness can be found only in Christ.
I’m left with the choice—trust Satan or trust God.
I must choose between sexual fantasies and intimacy with God. I cannot have both. When I see that God offers me joys and pleasures that sexual fantasies don’t, this is a breakthrough. But that breakthrough will come only when I pursue God, making Him the object of my quest—and when I realize that fantasies are only a cheap God-substitute. Running to them is running from God.
When my thirst for joy is satisfied by Christ, sin becomes unattractive. I say no to the passing pleasures of immorality, not because I do not want pleasure, but because I want true pleasure, a greater and lasting pleasure that can be found only in Christ.
John Piper writes,
The fire of lust’s pleasures must be fought with the fire of God’s pleasures. If we try to fight the fire of lust with prohibitions and threats alone—even the terrible warnings of Jesus—we will fail. We must fight it with a massive promise of superior happiness. We must swallow up the little flicker of lust’s pleasure in the conflagration of holy satisfaction.
Those who drink of immorality are never satisfied (see John 4:13). Those who drink of Jesus are fully satisfied (see John 6:35). I can either have my thirst quenched in Jesus, or I can plunge deeper into sin in search of what’s not there.
The rest of your life will be largely determined by how you answer this question:
Who will you believe?
Photo by Omar Lopez on Unsplash