Extracto de El Principio del Tesoro por Randy Alcorn, capítulo 2 (Excerpt from The Treasure Principle, chapter 2)
Mark, abogado de Kentucky, da cada año la mitad de sus ingresos.
«Mi búsqueda del dinero me alejó de Dios», dice. «Pero desde que le he estado dando, todo ha cambiado. De hecho, dar me ha acercado más a Dios que todas las demás cosas.»
En la película Chariots of Fire, el competidor olímpico Eric Liddell dice: «Yo creo que Dios me hizo con un propósito… y cuando corro, siento que le agrada». Los que han descubierto el Principio del tesoro testifican diciendo: «Cuando doy, siento que a Él le agrada».
Ha habido días en que he perdido mi enfoque, y entonces surge una necesidad y Dios me lleva a dar. De repente me siento lleno de energía, razón de ser y gozo. Siento que a Dios le agrada.
Él dijo: «Porque a los levitas he dado por heredad los diezmos de los hijos de Israel, que ofrecerán a Jehová en ofrenda» (Números 18:24). Observe que el pueblo le daba el dinero a Dios, no a los levitas. Habrá dado la impresión de que les estaba dando a sus líderes espirituales, pero en realidad le estaban dando a Dios, y era Él quien designaba entonces sus fondos para los levitas. Los cristianos debemos amar a nuestros pastores y sostenerlos económicamente (Gálatas 6:6), pero en primer lugar y por sobre todo, le debemos dar a Dios (2 Corintios 8:5). Ante todo, dar es un acto de adoración.
Dar es una excelente forma de echar a andar nuestra relación con Dios. Nos abre los puños, para que podamos recibir lo que Él tiene para nosotros. Cuando vemos lo que hace por otros y por nosotros, abrimos los puños con mayor rapidez en cuanto aparezca la siguiente oportunidad.
Dios dice: «El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará, y no será oído» (Proverbios 21:13). En Isaías 58:6-10, dice que sus deseos de responder a nuestras oraciones son afectados de manera directa por la forma en que cuidemos de los hambrientos, necesitados y oprimidos. ¿Quiere llenar de poder su vida de oración? Dé.
Se dice de Josías: «El juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien. ¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová» (Jeremías 22:16). El cuidado de los necesitados brota del conocimiento de Dios, y nos acerca a Él.
Hal Thomas, hombre de negocios, me dijo: «Cuando doy, digo: ‘Te amo, Señor’». Pablo les dijo a los corintios que su ofrenda «abundaba en muchas acciones de gracias a Dios» (2 Corintios 9:12).
Otro beneficio que hay en dar es la libertad. Es una cuestión de física elemental. Mientras mayor sea la masa, mayor es la atracción que ejerce. Mientras más cosas poseamos —mientras mayor sea su masa total—, más nos tendrán atrapados, poniéndonos en órbita alrededor de ellas. Al final, nos succionan como un agujero negro en el espacio sideral.
Cuando damos, esto cambia. Se rompe nuestra órbita alrededor de nuestras posesiones. Escapamos a su fuerza de gravedad, entrando en una órbita nueva alrededor de nuestros tesoros en el cielo.
A pesar del fallo del tribunal por $8,4 millones hace once años, nunca perdimos nuestra casa. El ministerio, al mismo tiempo que me pagaba el salario mínimo, era el dueño de los libros que escribía. Y de repente aumentaron los ingresos por derechos. Nuestro ministerio ha podido dar alrededor del noventa por ciento de esos derechos para las misiones, para aliviar el hambre y para la obra a favor de la vida. En los tres últimos años, por la gracia de Dios, hemos dado más de medio millón de dólares. Algunas veces me parece que Dios vende los libros, solo para reunir fondos a favor de los ministerios que están cerca de su corazón.
No me voy a la cama por la noche sintiendo que he «sacrificado» ese dinero. Me voy a dormir con gozo, porque no hay nada como dar. Para mí, el único sentimiento que se le compara es el gozo de llevar a alguien a Cristo.
Dar es algo que infunde gozo en la vida. Le añade una dimensión eterna al más común y corriente de los días. Ésa es solo una de las razones por las que nadie me podría pagar lo suficiente para que no diera.
The Fringe Benefits of Giving
Mark, a Kentucky attorney, gives away half of his income each year.
“My pursuit of money drove me away from God,” Mark says. “But since I’ve been giving it to Him, everything’s changed. In fact, giving has brought me closer to God than anything else.”
In the movie Chariots of Fire, Olympian Eric Liddell said, “I believe God made me for a purpose... and when I run, I feel His pleasure.” Those who’ve discovered the Treasure Principle will testify, “When I give, I feel His pleasure.”
There have been days when I’ve lost focus, and then a need arises and God leads me to give. Suddenly I’m infused with energy, purpose, and joy. I feel God’s pleasure.
God said, “I give to the Levites as their inheritance the tithes that the Israelites present as an offering to the LORD” (Numbers 18:24). Notice that the people gave their money to God, not the Levites. It may have looked like the people were giving to their spiritual leaders, but they actually gave to God, and it was He who then designated His funds to the Levites. Christians should love their pastors and support them financially (Galatians 6:6), but first and foremost we give to God (2 Corinthians 8:5). Before anything else, giving is an act of worship.
Giving jump-starts our relationship with God. It opens our fists so we can receive what God has for us. When we see what it does for others and for us, we open our fists sooner and wider when the next chance comes.
God says, “If a man shuts his ears to the cry of the poor, he too will cry out and not be answered” (Proverbs 21:13). In Isaiah 58:6–10, God says that His willingness to answer our prayers is directly affected by whether we are caring for the hungry, needy, and oppressed. Want to empower your prayer life? Give.
It was said of Josiah, “He defended the cause of the poor and needy, and so all went well. Is that not what it means to know me?” declares the LORD (Jeremiah 22:16). Caring for the needy flows out of knowing God, and draws us closer to Him.
Businessman Hal Thomas told me, “When I give, I’m saying, ‘I love You, Lord.’” Paul told the Corinthians their financial gift was “overflowing in many expressions of thanks to God” (2 Corinthians 9:12).
Another benefit of giving is freedom. It’s a matter of basic physics. The greater the mass, the greater the hold that mass exerts. The more things we own—the greater their total mass—the more they grip us, setting us in orbit around them. Finally, like a black hole, they suck us in.
Giving changes all that. It breaks us out of orbit around our possessions. We escape their gravity, entering a new orbit around our treasures in heaven.
Despite the $8.2 million court judgment eleven years ago, we never lost our house. While paying me a minimum-wage salary, the ministry owned the books I wrote. And suddenly royalties increased. Our ministry has been able to give away 100 percent of those royalties to missions, famine relief, and pro-life work. Since EPM began, by God’s grace, we’ve given close to $5.5 million. Sometimes I think God sells the books just to raise funds for ministries close to His heart! I don’t go to bed at night feeling that I’ve “sacrificed” that money. I go to bed feeling joy, because there’s nothing like giving. For me, the only feeling that compares is the joy of leading someone to Christ.
Giving infuses life with joy. It interjects an eternal dimension into even the most ordinary day. That’s just one reason you couldn’t pay me enough not to give.
Photo by Jezael Melgoza on Unsplash