Millones de personas, tanto en la sociedad como en la iglesia, están sufriendo bajo un peso aplastante llamado «culpa». Tal vez has tenido un aborto, o aconsejaste alguien a tener uno. Tal vez le has mentido a un amigo, o robado algo y nunca reparado el daño. Tal vez eres adicto al alcohol, o a las drogas, o a la pornografía, o a gastar más de lo que tienes. Tal vez le has hecho daño a alguien y nunca buscaste que te perdonara y ahora no puedes perdonarte a ti mismo. Podría venir de mil cosas diferentes, pero si te sientes desesperadamente perdido bajo la presión de la culpa, este mensaje es para ti.
Es contraproducente tratar de eliminar los sentimientos de culpa sin tratar con la causa de la culpa. Así solo podrás evitar los sentimientos de culpa y negarás la realidad. Necesitas una solución permanente a tu problema de culpa; una basada en la realidad, no en algo fingido.
La buena noticia es que Dios te ama y desea perdonarte por tu pecado. Pero antes de que la buena noticia se pueda apreciar, tenemos que saber cuál es la mala noticia. Ésta es que existe de verdad la culpabilidad moral, y todos nosotros somos culpables de muchas ofensas morales en contra de Dios. “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
El pecado es quedar cortos ante los estándares santos de Dios. Nos separa de una relación con Dios (Isaías 59:2). “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Jesús murió en la cruz como el único digno de pagar el castigo por nuestros pecados que la santidad de Dios demanda (2 Corintios 5:21). Se levantó de la tumba, venciendo el pecado y conquistando la muerte (1 Corintios 15:3-4, 54-57).
Cuando Cristo murió en la cruz por nosotros, dijo: “Consumado es” (Juan 19:30). La palabra griega traducida como “consumado” se escribía encima de los certificados de deuda cuando eran cancelados. Significaba: “pagado en su totalidad”.
Debido a la obra de Cristo en la cruz hecha por nosotros, Dios nos ofrece gratuitamente el perdón.
“Como está de lejos el oriente del occidente, así alejó de nosotros nuestras transgresiones” (Salmo 103:12).
“Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad)” (1 Juan 1:9).
“Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).
La salvación es un regalo: “Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Este regalo no depende de nuestro mérito o esfuerzo, sino únicamente del sacrificio de Cristo por nosotros. Dios nos ofrece el don del perdón y vida eterna, pero no es nuestro automáticamente. Para obtener el regalo debemos elegir aceptarlo.
Puedes pensar: “Pero yo no merezco perdón después de todo lo que he hecho”. Eso es completamente correcto. Ninguno de nosotros merece perdón. Si lo mereciéramos, no lo necesitaríamos. Ese es el punto de la gracia.
Una vez perdonados podemos mirar adelante hacia una eternidad con Cristo y nuestra familia espiritual (Juan 14:1-3, Apocalipsis 20:11-22:6). Puedes esperar el reunirte en el cielo con tus seres queridos que fueron cubiertos por la sangre de Cristo (1 Tesalonicenses 4:13-18).
Dios no quiere que vayas por la vida castigándote por los males que has cometido. Tu responsabilidad es aceptar la expiación de Cristo, no repetirla. No importa lo que hayas hecho, no hay pecado que esté más allá del alcance de la gracia de Dios. Él ha visto lo peor de nosotros y aún así nos ama. No hay límites a Su gracia perdonadora. Y no hay libertad como la libertad del perdón.
Tienes que buscar integrarte en una comunidad terapéutica, una familia de cristianos llamada «iglesia». Puede ser que te sientas cohibido con otros cristianos a causa de tu pasado. No deberías. Una verdadera iglesia centrada en Cristo no es un escaparate para santos sino un hospital para pecadores. La gente a la que te estás uniendo son tan humanos e imperfectos como tú. La mayoría de la gente de la iglesia no son santurrones (es decir, rectos en su propia opinión). Los que lo son deben ser compadecidos, porque no entienden la gracia de Dios.
Una buena iglesia enseñará las verdades de la Biblia y te mostrará amor, aceptación y apoyo. Si no puedes encontrar una iglesia como tal cerca de ti, contacta a EPM y nosotros haremos con mucho gusto lo que podamos para ayudarle.
I've Made So Many Mistakes in My Life...How Can I Ever Be Free from All This Guilt?
Millions of people, both in society and in the church, are suffering under a crushing weight called guilt. Maybe you’ve had an abortion, or advised someone else to have one. Maybe you’ve lied to a friend, or stolen something and never made it right. Maybe you’re addicted to alcohol or pornography or drugs or spending more than you have. Maybe you’ve hurt someone and never sought their forgiveness and now you can’t forgive yourself. It could come from a thousand different things, but if you feel hopelessly lost under this pressure of guilt, this message is for you.
It’s counterproductive to try to eliminate guilt feelings without dealing with guilt’s cause. Only by denying reality can you avoid guilt feelings. You need a permanent solution to your guilt problem, a solution based on reality, not pretense.
The good news is that God loves you and desires to forgive you for your sin. But before the good news can be appreciated, we must know the bad news. The bad news is that there’s true moral guilt, and all of us are guilty of many moral offenses against God. “All have sinned and fall short of the glory of God” (Romans 3:23).
Sin is falling short of God’s holy standards. It separates us from a relationship with God (Isaiah 59:2). “The wages of sin is death, but the gift of God is eternal life in Christ Jesus our Lord” (Romans 6:23).
Jesus died on the cross as the only one worthy to pay the penalty for our sins demanded by God’s holiness (2 Corinthians 5:21). He rose from the grave, defeating sin and conquering death (1 Corinthians 15:3-4, 54-57).
When Christ died on the cross for us, He said, “It is finished” (John 19:30). The Greek word translated “it is finished” was written across certificates of debt when they were canceled. It meant “paid in full.”
Because of Christ’s work on the cross on our behalf, God freely offers us forgiveness.
“As far as the east is from the west, so far has he removed our transgressions from us” (Psalm 103:12).
“If we confess our sins, he is faithful and just and will forgive us our sins and purify us from all unrighteousness” (1 John 1:9).
“Therefore, there is now no condemnation for those who are in Christ Jesus” (Romans 8:1).
Salvation is a gift: “For it is by grace you have been saved, through faith—and this not from yourselves, it is the gift of God—not by works, so that no one can boast” (Ephesians 2:8-9). This gift is not dependent on our merit or effort, but solely on Christ’s sacrifice for us. God offers us the gift of forgiveness and eternal life, but it’s not automatically ours. In order to have the gift, we must choose to accept it.
You may think, “But I don’t deserve forgiveness after all I’ve done.” That’s exactly right. None of us deserves forgiveness. If we deserved it, we wouldn’t need it. That’s the point of grace.
Once forgiven, we can look forward to spending eternity with Christ and our spiritual family (John 14:1-3; Revelation 20:11-22:6). You can look forward to being reunited in Heaven with your loved ones covered by Christ’s blood (1 Thessalonians 4:13-18).
God doesn’t want you to go through life punishing yourself for the wrongs you’ve done. Your part is to accept Christ’s atonement, not to repeat it. No matter what you’ve done, no sin is beyond the reach of God’s grace. He has seen us at our worst and still loves us. There are no limits to His forgiving grace. And there is no freedom like the freedom of forgiveness.
You need to become part of a therapeutic community, a family of Christians called a church. You may feel self-conscious around Christians because of your past. You shouldn’t. A true Christ-centered church isn’t a showcase for saints but a hospital for sinners. The people you’re joining are just as human and imperfect as you. Most church people aren’t self-righteous. Those who are should be pitied because they don’t understand God’s grace.
A good church will teach the truths of the Bible, and will provide love, acceptance, and support for you. If you cannot find such a church in your area, contact EPM and we’ll gladly do what we can to help you.
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