El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel. —Lucas 16:10, RV60
A mí no me han estafado de no ser una persona complete—simplemente estoy pasando por un período de espera de cuarenta años, y Dios está conmigo aun a través de esto. Ser “glorificada”—yo sé el significado de eso ahora. Es el tiempo, después de mi muerte aquí, cuando estaré de pie danzando. —Joni Eareckson Tada
Muy pocas veces se habla sobre el tema de los sueños no cumplidos y de las oportunidades perdidas relacionados al Cielo.
Pero yo creo que vale la pena considerarlo con más detalles. En mi corazón resuenan las palabras de Robert Browning:
¡Envejece junto a mí!
Lo mejor todavía no ha sucedido,
Lo último de la vida, para lo cual fue hecha la primera parte.
Desdichadamente, la mayoría de las parejas ancianas llega a un tiempo cuando esas arrobadoras palabras suenan huecas. Las enfermedades, la senilidad, la incapacitación o los accidentes son inevitables, finalmente trayendo la muerte, y con ella la separación de nuestro amado cónyuge, lo cual es un final que produce mucho dolor. Entonces es cuando las bellas palabras de Browning tal vez nos inquieten. La ancianidad y lo “último de la vida,” romantizado en el poema, pueden ser tiempos brutales, devastadores, tristes y solitarios.
Ambos, Nanci y yo, vimos morir a nuestras madres, después observamos sin poder hacer nada envejecer a nuestros padres y volverse frágiles, tanto en el cuerpo como en la mente. Desde una perspectiva humana, me sentí desesperanzado, porque habían estado en su apogeo unos años antes, y todo lo que podían hacer ahora era ir cuesta abajo.
Pero una perspectiva bíblica cambió nuestra percepción errónea. Las Escrituras nos mostraron que Dios tiene un propósito para todas las personas que todavía están aquí, y que después de un período breve de deterioro, nuestros padres irán al Cielo e inmediatamente serán libres de todos sus impedimentos. Luego, Dios los resucitará, y tendrán nuevas mentes y nuevos cuerpos, listos para comenzar de nuevo otra vez en la Nueva Tierra.
Considere la cirugía cosmética, los implantes y otros métodos de remodelar y renovar nuestros cuerpos que se van desgastando. Nos aferramos a la juventud hasta que los nudillos se ponen blancos. Finalmente todo es en vano. Pero el evangelio nos promete juventud, salud y belleza eternas. Eso no es nuestro ahora, pero lo será, después de nuestra resurrección, la cual será la verdadera fuente de la juventud.
Peter Toon expresa la desilusión que a veces sentimos—y la esperanza que podemos tener:
La tensión más trágica en la existencia humana reside en el hecho de que el placer que encontramos en las cosas de esta vida, no obstante lo bueno que ese placer pueda ser en sí mismo, siempre se nos quita. Las cosas por las que los hombres luchan casi nunca resultan tan satisfactorias como esperaban, y en los casos raros en que lo son, tarde o temprano les son arrebatadas. . . . Para el creyente, todas esas perfecciones parciales, rotas, efímeras de las que tiene un vistazo en el mundo alrededor de él, las que se marchitan en sus manos y le son arrebatas aun mientras se marchitan, son encontradas de nuevo, perfectas, completas y duraderas en la belleza absoluta de Dios.
¿Cree usted que Dios es lo suficientemente grande como para cumplir sus sueños?
Cuando experimenta desilusión y pérdida mientras sirve fielmente a Dios, recuerde que la pérdida es temporal, pero las ganancias serán eternas. Cada día en la Nueva Tierra será una nueva oportunidad para vivir los sueños que son más importantes.
Cuando somos jóvenes soñamos con ser astronautas, atletas profesionales o grandes músicos. A medida que envejecemos, nuestros sueños se reducen, y penetra “el realismo”: nunca podremos realizar la mayoría de nuestros sueños. La muerte del idealismo nos roba nuestra juventud y vitalidad. Nos volvemos cínicos y perdemos el sentido de asombro y maravilla que una vez nos infundieron nuestros sueños.
Pero cuando nos damos cuenta de que Dios nos llamó para que fuéramos como niños y que él nos dará un universo nuevo con tiempo ilimitado, entonces de pronto “se nos prende la lamparita.” Nos damos cuenta de que tendremos oportunidad de realizar nuestros sueños. De hecho, desarrollaremos sueños más grandes que los que jamás hayamos tenido, y también los realizaremos. Nuestros sueños se expandirán, no se achicarán.
Cuando la Maldición sea revocada, los sueños que se han achicado serán revividos y realzados. Tal vez eso sea parte de lo que quiere decir llegar a ser como un niño pequeño y por qué las cualidades de un niño son necesarias para el Cielo. Los niños no son personas desilusionadas, sin esperanza y cínicos. Sus sueños son grandes y amplios. No enumeran cien razones por las cuales sus sueños no pueden convertirse en realidad. Sus sueños les dan alas a su imaginación y les traen gozo.
En el final de la producción de Peter Jackson del libro de Tolkien titulado El Retorno del Rey, a Bilbo Bolsón—extremadamente anciano y decrépito—se le invita a abordar una embarcación de los Elfos que va desde la Tierra Media a Valinor (una cierta clase de Cielo presente). Él sonríe, y una energía juvenil retorna a sus ojos mientras dice: “Creo que estoy bastante listo para otra aventura.”
Para los cristianos, la muerte no es el fin de la aventura, sino una puerta de entrada desde un mundo donde los sueños y las aventuras disminuyen a un mundo en el cual los sueños y las aventuras se expanden eternamente.
A medida que avanzamos hacia nuestro futuro en la Nueva Tierra, perderemos incontables oportunidades aquí, pero las recuperaremos allá. Y cuanto mejor usemos nuestros tiempo y oportunidades para la gloria de Dios ahora, tanto mejores serán nuestras oportunidades allá (Lucas 16:11-12; 19:17).
Para los creyentes, palabras más exactas que las de Robert Browning serían estas: “Lo mejor todavía está por suceder, la vida próxima, para la cual la primera ha sido hecha.”
Lo último de nuestra vida antes de que muramos en realidad no es lo último de nuestra vida; continuaremos viviendo en otro lugar. Y un día, después de nuestra resurrección corporal, viviremos de nuevo en la Tierra una vida tan plena y gozosa que la primera parecerá pobre en comparación.
Dentro de millones de años todavía seremos jóvenes.
¿Se siente listo para la gran aventura, la aventura más grande de su vida, que le espera al otro lado de la muerte?
Señor, ayúdanos a ver el mundo que nos espera como una gran aventura. Ayúdanos a darnos cuenta de que lo mejor todavía no ha sucedido, la vida venidera, para la cual la primera ha sido hecha. Ayúdanos a no aferrarnos hasta que se nos pongan blancos los nudillos a parecer jóvenes, y ayúdanos a abrazar la promesa de la eterna juventud a través de nuestra resurrección corporal. Ayúdanos a canjear nuestros gastados sueños y recibir en cambio los sueños eternos del Cristo resucitado. Tus sueños por nosotros, Señor, revelados en tu Palabra, son tanto más grandes que los pequeños sueños con los que tan a menudo nos conformamos. Que nunca estemos contentos con menos de lo que tú nos ofreces y nos prometes, y por lo que moriste para concedernos.
New Opportunities on the New Earth
Whoever can be trusted with very little can also be trusted with much. —Luke 16:10
I haven’t been cheated out of being a complete person—I’m just going through a forty-year delay, and God is with me even through that. Being “glorified”—I know the meaning of that now. It’s the time, after my death here, when I’ll be on my feet dancing. —Joni Eareckson Tada
The subject of unfulfilled dreams and missed opportunities, as it relates to Heaven, is rarely discussed. But I think it’s worthy of further consideration. My heart resonates with the words of Robert Browning:
Grow old along with me!
The best is yet to be,
The last of life, for which the first was made.
Unfortunately, most older couples reach a time when those blissful words ring hollow. Disease, senility, incapacity, or accidents inevitably come and eventually bring death, and with it separation from one’s beloved spouse, a heartbreaking ending. Then Browning’s lovely words may haunt us. Old age and the “last of life,” romanticized in the poem, can be brutal, devastating, sad, and lonely.
Nanci and I both saw our dear mothers die, then watched helplessly as our fathers got old and frail in body and mind. From a human perspective, we felt hopeless because they’d been at their physical and mental peaks many years earlier, yet all they could do now was slide downhill.
But a biblical perspective corrected our natural misperceptions. Scripture informed us that God has a purpose for every person who’s still here—and that after a brief period of deterioration, our parents would go to Heaven and immediately be relieved of their hardships. Then, one day God will raise them, and they’ll have new minds and bodies, ready to start over again on a New Earth.
Consider cosmetic surgeries, implants, and other attempts at remodeling and renovating our crumbling bodies. We hold on to youthfulness with a white-knuckled grip. Ultimately it’s all in vain. But the gospel promises us eternal youthfulness, health, and beauty. It’s not ours now—but it will be, at the resurrection, which will be the true fountain of youth.
Peter Toon expresses the disappointment we often feel, and the hope we can have:
The most tragic strain in human existence lies in the fact that the pleasure which we find in the things of this life, however good that pleasure may be in itself, is always taken away from us. The things for which men strive hardly ever turn out to be as satisfying as they expected, and in the rare cases in which they do, sooner or later they are snatched away. . . . For the Christian, all those partial, broken and fleeting perfections which he glimpses in the world around him, which wither in his grasp and are snatched away from him even while they wither, are found again, perfect, complete and lasting in the absolute beauty of God.
Do you believe that God is big enough to fulfill your dreams?
When you experience disappointment and loss as you faithfully serve God, remember that the loss is temporary but the gains will be eternal. Every day on the New Earth will be a new opportunity to live out the dreams that matter most.
When we’re young, we dream of becoming astronauts, professional athletes, or great musicians. As we get older, our dreams shrink, and “realism” sinks in: We’ll never be able to fulfill most of our dreams. The death of idealism robs us of our youthfulness and vitality. We become cynical and lose the sense of awe and wonder our dreams once infused us with.
But when we realize that God calls us to be like children and that he’ll give us a new universe and unlimited time, then we suddenly “get it.” We realize we’ll yet have an opportunity to fulfill our dreams. In fact, we’ll develop bigger dreams than we ever had, and fulfill those, too. Our dreams will expand, not shrink.
When the Curse is reversed, shrunken dreams will be revived and enhanced. Perhaps that’s part of what it means to become like a little child and why childlikeness is necessary for Heaven. Children aren’t disillusioned, hopeless, and cynical. Their dreams are great and broad. They don’t list a hundred reasons why their dreams can’t come true. Their dreams fuel their imaginations and bring them joy.
At the end of Peter Jackson’s production of Tolkien’s Return of the King, Bilbo Baggins—extremely old and decrepit—is invited to board an Elven ship to sail from Middle Earth to Valinar (a sort of intermediate Heaven). He smiles, and a youthful energy returns to his eyes as he says, “I think I’m quite ready for another adventure.”
For the Christian, death is not the end of adventure, but a doorway from a world where dreams and adventures shrink to a world where dreams and adventures forever expand.
As we head toward our future on the New Earth, we’ll lose time and countless opportunities here—but we’ll regain them there. And the better we use our time and opportunity for God’s glory now, the greater will be our opportunities there (Luke 16:11-12; 19:17).
For believers, words more accurate than Robert Browning’s would be these: “The best is yet to be, the next of lives, for which the first was made.”
The last of our lives before we die is in fact not the last of our lives! We’ll go right on living in another place. And one day, after our bodily resurrection, we’ll live again on Earth, a life so rich and joyful that this life will seem impoverished in comparison.
Millions of years from now we’ll still be young.
Do you feel ready for the great adventure—the greatest adventure of your life—that awaits you on the other side of death?
Lord, help us to see the world ahead as a great adventure. Help us to realize that the best is yet to be—the next of lives, for which this first was made. Help us to loosen our white-knuckled grip on appearing young and embrace the promise of eternal youth through our bodily resurrection. Help us to trade in our worn-out dreams and accept in exchange the eternal dreams of the risen Christ. Your dreams for us, Lord, revealed in your Word, are so much greater than the little dreams we so often settle for. May we never be content with less than you offer and promise—and what you died to grant us.
Excerpt from 50 Days of Heaven by Randy Alcorn, Day 46